La cantautora argentina lanzó su segundo disco, "Alameda", un álbum ligero y espontáneo, pero lleno de sentimiento.
“En este momento necesitaba frescura, diversión, espontaneidad”. Esta energía se refleja en las siete canciones de Alameda, el segundo álbum de KND -Candelaria Orlando-, sucesor de Bonnefaid (2021).
El disco surge de la necesidad de KND de soltar el control. A diferencia de su ópera prima, esta vez no se permitió sobrepensar la música en el proceso. Tomó seis temas, los compartió con su banda, los ensayaron y cada uno acercó sus arreglos. “Me acuerdo del momento en el que se grabó cada uno de los instrumentos”, reconoce. El broche de oro es la séptima, una canción despojada, a guitarra y voz, que da nombre al disco. “Sentía que en cualquier momento la iba a escupir y así fue”, cuenta. "Alameda" es también la avenida donde se encuentra Sonic Ranch, el estudio residencial en medio del desierto de El Paso, Texas. KND no solo grabó parte del álbum ahí, sino que también trabajó como ingeniera y asistente en varios proyectos.
Fiel a su identidad de diseñadora gráfica, KND dio vida al universo visual con la misma dedicación que la música. Convocó al editor y artista Martín Bollati, con quien arribaron al concepto de la vasija. “La vasija terminó representando todo esto porque tiene la capacidad de contener y a la vez proyectar”, comparte.
Con la certeza de haber fotografiado un momento y consciente del poder de la música como su herramienta más noble para hacerlo, KND ya trabaja en su próximo álbum.
¿Cuál fue la primera semilla de Alameda?
Me gusta mucho pensar que cada canción tiene su lugar en un disco porque me entusiasmo con el proceso creativo de generar un universo y cuando hago una canción y entiendo el tipo de disco que quiero hacer, me facilita la composición para todo el resto de las canciones. Porque empiezo a generar un lugar, como estar dentro de una casa, y cada vez se vuelve más claro qué canción forma parte de esa familia y cuál no. Hay canciones hermanas, canciones primas, y quizás alguna más lejana, es la novia del primo, pero por algún motivo vino a un cumpleaños y entró en la foto familiar. Y quizás estoy caminando por la calle y sin darme cuenta estoy cada vez más concretando ese universo. Por eso también me cuesta tanto sacar singles, porque me gusta pensar en algo como “entero”. Me pasa que me gustan muchas cosas distintas y creo que como todo artista también le tengo mucho miedo a la definición que te puede generar sacar un tipo de música y encasillarme en cierto género o en cierto estilo.
Y con respecto a Bonnefaid, ¿cómo lo viviste?
Quería probar tantas cosas que tuve que hacer un disco muy distinto al primero. De alguna manera, también quería marcar un punto de que lo primero que hice no tiene porqué limitarme. El primer disco fue como muy enroscado, en el mejor de los sentidos, pero fue de mucha búsqueda. Horas, horas y horas de estar sobrepensando cada sonido y el concepto y regrabar cosas todo el tiempo. Quise hacer este muy orgánico, no hay un solo sonido que salga de la computadora, está todo tocado en vivo con mis amigos. Me acuerdo del momento en el que se grabó cada uno de los instrumentos, hay errores, hay guitarras que podrían haber sido grabadas por cualquiera de los chicos que son guitarristas y las quise grabar yo para que se escuche como a una persona-no-guitarrista tocando. Lo llevé más a mis influencias de banda en vivo, quería transmitir que había gente tocando y que el arreglo de uno influía al otro. Incluso se escuchan las conversaciones entre nosotros.
¿Como fue el proceso?
Durante dos años solo escuché blues, folk, rock, country. Muchos guitarristas de slide, de esas bandas que salen de tour y tocan un show por noche, que se conocen hace mil años. Derek Trucks y Susan Tedeschi, Stevie Ray Vaughan, Bob Dylan, Bonnie Raitt, Joni Mitchell, por nombrar algunos. Me influyó esa forma de hacer música. Entonces, conociendo lo rápido que puedo llegar a enroscarme y sobrepensar las cosas, quise armar un plan de disco, de grabación y de producción, que no me lleve a sobrepensarlo. Así que me metí en un estudio con Tomi -de Carli, el productor- a pensar los dos solos en cómo terminarlo. En este momento necesitaba frescura, diversión, espontaneidad, algo orgánico.
¿Y cómo se crea desde ese lugar?
Les pasé un audio a los chicos de mi banda de las canciones, nos juntamos a ensayar, a tocarlas y arreglarlas medianamente. En ningún momento nos frenamos a sobrepensar los arreglos, ni maquetear ni hacer demos. no me gustan las maquetas. Creo que hay algo increíble en las primeras veces que tocás algo que vale la pena preservar para las tomas que puedan ser definitivas. Creo que es un poco un desperdicio dejarlas en grabaciones que etiquetamos y subestimamos inmediatamente como 'maquetas'. Al menos para este disco.
Fue gozarla un poco y tocar y ahí hay cada uno de ellos tuvo su lugar para proponer. Hay muchos arreglos de ellos, gran parte de esta música es de cada uno de ellos. Fue un disco hecho en conjunto, yo no estuve dirigiendo. Quería compartir y al principio fue medio raro plantearlo, porque cada cosa que tocaban me consultaban a mí y lo que quería yo era literalmente que la pasemos bien. Porque soy muy consciente de que eso es lo que más se termina externalizando. Me emocionaba saber que Diego o Maga busquen las melodías de bajo o teclas para tal canción, por ejemplo, no quería estar dando órdenes porque me parecía mucho más rico que sean muchas las cabezas que están pensando.
Es una época de mucho solista, no se ve tanto esto de hacer un proyecto comunitario con la banda...
Sí, soy muy consciente y estoy muy agradecida de eso. Es difícil igual, porque el proyecto sigue teniendo mi nombre y son mis canciones, pero también lo empuja un poco cada uno de los chicos. En cada uno de los ensayos y en la grabación, estan muy presentes, poniendo una gran huella personal. Y aparte nos reímos mucho. Es muy lindo compartir de ese lado.
¿Qué historia podrías decir que cuenta el disco?
El disco se llama Alameda por varios motivos. Primero, porque una alameda es una calle pública que tiene una fila de árboles paralela. Si bien me siento muy identificada con la ciudad, la ciudad también es lo que me lleva a estar en modo robot, en modo automático, en pensar todo mucho, en trabajar mucho, en descuidar un poco mi juventud, mi frescura y mi espontaneidad. Entonces, este disco captura un momento mío en el que yo necesitaba esta frescura, necesitaba divertirme, como el concepto de hacer dos tomas, elegir una toma de esas dos y listo, a seguir adelante. Venía de unos años anteriores de mucho enrosque.
Los árboles, el campo, los amigos, tocar juntos...todo eso era lo que quería que se escuche. Un grupo de amigos haciendo canciones, algunas más tristes, otras más de enojo, como siempre hablan un poco de cómo estoy o de qué pienso. Me sale eso, es inevitable para mí escribir desde ese lado. Y, después, hay otras dos cosas que quise capturar en el nombre, una es que este lugar está sobre una avenida que se llama Alameda, Sonic Ranch.
¿Qué me podés contar de Sonic Ranch?
Fue un lugar que me marcó mucho. A nivel profesional, pero a nivel personal me puso en un lugar que yo necesitaba estar. Que tiene que ver con todo esto que te digo, bajar la exigencia racional de estar queriendo controlar todo. Este es un lugar donde no tengo control de las cosas, entonces me enseñó mucho de eso. Y después hay una canción de Elliot Smith, que se llama “Alameda” también, que me marcó un montón y que llevo también a esta idea. Entonces, tuvo mucho sentido para mí que ese sea el nombre del disco. Así también se llama una de las canciones. De hecho, ya tenía el disco terminado y sentía que le faltaba una canción a guitarra y voz, así como nacen. Sentía que en cualquier momento iba a escupir la canción y así fue. La hice un día a la mañana en una hora con una Martin del 54 y para cerrar también este concepto del que te hablo fui a pedir ayuda a uno de los chicos ingenieros y la grabé esa misma noche, un par de horas después de haberla compuesto. No me permití pensarlo dos veces.
Al escucharlo se vibra todo eso que estás diciendo que buscaste...
Es re importante que me digas esto, porque una puede tener un plan muy claro de qué es lo que está buscando y después encontrarse con que la gente está recibiendo otra cosa completamente distinta. Puede ser muy interesante también eso, pero me pone muy contenta que se haya dado como quería.
¿Qué paisajes vienen con tu disco?
Yo pienso mucho en esa calle, en esa calle pública. No es que estoy en la mitad de la nada, porque a mí estar en la mitad de la nada me resulta muy raro. No me siento identificada con estar en el campo, amo la ciudad, pero tenía el recuerdo de lo que representan esos árboles, de no estar encerrada en la mitad de edificios. Es como si fuese un cerco que yo necesito tener, me viene esa imagen.
¿Cómo surgió toda la parte visual de las vasijas?
Quería trabajar con alguien que me traiga una idea fresca, quería sumar inputs visuales conceptuales que entre los dos creemos. Le pudimos dar una entidad y una importancia que para mí era muy divertida. Lo trabajé con Martín Bolatti, que es un editor, un artista en un montón de sentidos. Trabajó como fotógrafo, tiene una editorial en donde edita libros sobre todo de fotografía con mucho concepto detrás. Se llama Sed Editorial, soy muy fan.
Le conté todo lo que me pasaba con esta música, le mostré las canciones en la instancia en la que estaban y él me propuso dos caminos para generar un universo. Yo no quería hacer una tapa de disco, quería que toda esta música esté encuadrada en un concepto visual. Entonces, trabajamos a raíz de unas cajas de fósforos que compró una feria en Grecia. Las tenía guardadas porque sabía que las iba a usar para algo. Tenía varias cajitas y cada una tenía una como una vasija distinta. Entonces, a través de inteligencia artificial mezcló los conceptos de cada una de las canciones, el concepto de la vasija griega y la imagen en general y generó un catálogo de más de 50 vasijas.
¿Y qué dice la vasija?
La vasija terminó representando todo esto porque la vasija tiene la capacidad de contener y a la vez proyectar. Podés poner una flor adentro, pero a la vez la imagen de la vasija es que está compartiendo algo, esa dualidad para mí fue como un elemento genial.
El primer disco fue muy para adentro, muy introspectivo. Cada vez que alguien lo escuchaba yo quería que lo escuchara entero con los ojos cerrados, sino no lo iba a poder recibir. En este, si bien yo no dejo de ser introspectiva, pisciana y sensible hablando de las cosas que me pasan, en algún punto quería que lo pongas de fondo en un asado también, que tenga esa ligereza de lo activo, la energía masculina y femenina, activo y pasivo, empezar a proyectar, en vez de simplemente buscar para adentro.
¿Cuánto querías soltar el control de las cosas no solo en la producción sino también en tu vida?
Total, es que la música que hago está directamente ligada al momento en el que estoy. No puedo desligarme de eso. Como productor de otros, es un re desafío también. Trabajar en la música y en el momento de la otra persona.
Ahora, ya estoy por grabar otro disco y también habla de otra parte de mí, de cómo estoy ahora o de lo que estoy necesitando. Así que sí, no dije: ''voy a hacer un disco sobre soltar el control'' sino que necesitaba soltar el control y hacer esta música.
¿Sentís que eso te dio mas ganas de hacer discos?
Me generó la sensación de que ahora puedo hacer lo que quiera. El primer disco tiene su impresión, el segundo tiene que generar la continuidad o el contraste que quieras... Es como la primera y la segunda cita. Es muy importante porque o todo coincide o todo es muy distinto y te genera dudas o te genera certeza, son ya dos cosas de las que te podés agarrar. Esto me dan ganas de hacer un tercero re distinto y uno cuarto re distinto, por eso lo hice tan rapido al tercero, ya lo tengo compuesto y ya estoy pensando en el otro.
¿Tenés alguna canción preferida de este álbum?
“Mismo escenario” es una canción que yo quería hacer y fue tan fácil, como la escuchas en Spotify es como ya estaba sonando la primera vez. Fue divertido, creo que es la que más captura un poco la esencia de todo el disco. Pero bueno, después está “La cuerda”, que es también con mucho enojo, algo que me cuesta transmitir, así que me enorgullece tener ese tipo de canción. Y después “Alameda” también tiene algo muy especial. Me cuesta haberle “prohibido” la posibilidad de que crezca a nivel de producción o hasta interpretación -porque la toqué yo-, pero así está bien.
¿Estás nerviosa por sacarlo?
No estoy nerviosa, estoy pensando en otro disco ya. Me gusta tanto hacer que al momento de soltarlo ya lo necesito para poder hacer el otro.
¿Un deseo que tengas para lo que sigue?
Me cuesta mucho pensar un deseo de algo de lo que no tengo el control. Ojalá haber hecho esto me haga crecer como artista para poder seguir haciendo música y que cada vez se acerque más a lo que soy yo, que cada vez sea más genuino a mí.
Alameda - ficha técnica
- Baterías: Tomas De Carli
- Bajos: Diego Pisano
- Bajo en “La Cuerda”: Tim Lefebvre
- Teclados: Magali Pascansky
- Guitarras: Mitsunori Kikuchi, Nicolás De Carli, Agustín De Carli
- Mezcla: Tomás De Carli
- Mastering: Nacho De La Riega
- Colaboración en “Frontera” con Mat Alba y en “Campo” (Folk en F#) con Mauro Meloni
- Grabado en Jopo Música (Buenos Aires, Argentina) y en Sonic Ranch (Texas, Estados Unidos).